sábado, 17 de noviembre de 2012

El gatillo


 
Tengo un gato pequeño, muy chico, un mes tendrá. Es juguetón pendenciero y temerario. A su corta edad ya ha estado a punto de morir, un par de veces, en las fauces de algún perro que igual solo quería jugar, pero a este se le salía el corazón por la boca del susto. A este chiquitín nadie le quiso, su madre parió cuatro crías y de tres visitas ninguna de ellas le eligió, se llevaron los otros. Es negro. ¿Seguiremos siendo supersticiosos en pleno siglo XXI?, reconozco que desde que le vi, no quise que nadie se le llevara, me parecía un gatillo simpático. Ahora somos amigos, el me muerde, me araña, me vacila, me huye y creo que hasta me quiere, se enrrolla en mi brazo cuando escribo en el orenador y se acuesta en mi regazo algunas noches, no todas, es un gato… El otro día tenía un ojo hinchado y tenía mala pinta, así que la llevé al veterinario. Cuando le estaba mirando la chica el ojo se revolvía pero, no con ganas. ¿Sabía que había problemas ahí? Cuando la veterinaria salió el se arregostó en mi regazo, se arrebuño como si fuera un paquetito huesudo y con pelo entre mis manazas y ahí se quedó. Creó que me quiere, que no es poco pedir hoy en día. Vivo en el campo y es fácil escaparse por la verja. Anoche salió y hubo un momento en que no supe donde andaba, quien me conozca pensará que estoy mayor… y creo que es verdad, me embargó una tremenda tristeza por no saber donde estaba el gato… es tan difícil encontrar quién te muerda y arañe y te quiera en estos días. Bueno después de buscarle desesperadamente y de no encontrarle por ningún sitio, me recosté en el sofá y encendí la tele; “este no vuelve”, pensé. Y al rato aparece tan chulillo como son los gatos así, tan chicos y flacos, y se lía a morderme el dedo gordo del pié, y me asalto una alegría tan grande. De hecho estoy escribiendo esto y esta restregándose en mi brazo. ¿Sabrá que hablo de él?

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